El niño y lo melodramático en algunas películas argentinas de la postdictadura

A partir de un breve recuerdo del papel y del potencial melodramático del personaje infantil en el cine latinoamericano, propongo analizar cómo este potencial ha sido desarrollado en varias películas argentinas de la postdictadura que evocan un contexto histórico y cuya trama se estructura en torno a la ausencia (muerte, desaparición) del padre: Espérame mucho (Jusid 1983), La historia oficial (Puenzo 1985), El rigor del destino (Vallejo 1985), La deuda interna (Pereira 1988), Un lugar en el mundo (Aristarain 1992), Un muro de silencio (Stantic 1993), Buenos Aires viceversa (Agresti 1996), Un oso rojo (Caetano 2002), Kamchatka (Piñeyro 2002) y Cordero de Dios (Cedrón 2008). Sostengo que estos filmes recurren, de modo diverso, a los códigos del melodrama para mostrar cómo la ausencia paterna da lugar a un despertar, a una conciencia, a un aprendizaje de la memoria en el niño o en un personaje adulto pero por medio del mismo niño. Cuando no aprende, el niño de todos modos enseña, aun sin saberlo. Las obras consideradas intentan erigirse en actos rituales de un duelo colectivo en los cuales la música sostiene emocionalmente y transmite al espectador el poder catártico que se atribuye al lenguaje verbal y al relato.

(fre) A partir d’un bref rappel du rôle et du potentiel mélodramatique du personnage enfantin dans le cinéma latino-américain, j’analyserai comment ce potentiel a été développé dans plusieurs films argentins de la post-dictature qui évoquent un contexte historique et dont la trame se structure autour de l’absence (mort, disparition) du père : Espérame mucho (Jusid, 1983), La historia oficial (Puenzo, 1985), El rigor del destino (Vallejo, 1985), La deuda interna (Pereira, 1988), Un lugar en el mundo (Aristarain, 1992), Un muro de silencio (Stantic, 1993), Buenos Aires viceversa (Agresti, 1996), Un oso rojo (Caetano, 2002), Kamchatka (Piñeyro, 2002) et Cordero de Dios (Cedrón, 2008). Je soutiens que ces films recourent, de diverses manières, aux codes du mélodrame pour montrer comment l’absence paternelle donne lieu à un éveil, une conscience, un apprentissage de la mémoire chez l’enfant –ou chez le personnage adulte mais par le biais de l’enfant. Quand il n’apprend pas, l’enfant de toute façon enseigne, même sans le savoir. Les œuvres considérées tentent de s’ériger en actes rituels d’un deuil collectif où la musique soutient émotionnellement –et transmet au spectateur– le pouvoir cathartique que reçoivent le langage verbal et le récit.